
Capítulo 1 - El Conservatorio Olvidado
🎬 Episodio 1: El Conservatorio Olvidado
🎵 Tema: El despertar de la música ancestral
🎭 Emoción dominante: Curiosidad, asombro, y una chispa de magia
🌇 Escena 1 (versión extendida y corregida): El rumor
Ubicación: Terraza del colegio, al atardecer
El cielo parece pintado con acuarelas: naranjas que se funden con violetas, y nubes que se deslizan como notas en un pentagrama invisible. La ciudad murmura a lo lejos, como si respirara en compás lento. En la terraza, el grupo se reúne como cada tarde, entre cables enredados, libretas abiertas, y una energía que flota entre ellos como una melodía sin terminar.
Peter rasga su guitarra eléctrica con riffs que parecen rugidos suaves, como si estuviera conversando con el viento. Isabella, con su guitarra acústica sobre las piernas, canta bajito, con los ojos cerrados, dejando que su voz acaricie cada nota. Su voz es el centro, el hilo que une todo. Shanty improvisa acordes suaves en el piano portátil, sus dedos bailan con espontaneidad. Alex, con su batería armada en versión compacta, marca el ritmo con precisión rebelde, golpeando con fuerza y estilo. Maya, tranquila pero firme, pulsa el bajo con una cadencia que sostiene todo el sonido como una columna invisible.
Hay algo distinto en el aire. Maya hojea su libreta, pero esta vez no dibuja símbolos ni escribe letras: su expresión es distinta… como si estuviera a punto de abrir una puerta invisible.
Maya (levantando la libreta):
— Encontré esto en un libro de música antigua. Habla de un conservatorio que fue cerrado por una melodía que… abrió algo. No dice qué.
Las risas se apagan. Las notas flotantes se detienen. Todos la miran. Pero Maya no termina ahí. Su voz baja un poco, como si lo que va a decir necesitara silencio.
Maya (con tono más íntimo):
— Lo encontré en la tienda de antigüedades de la Señora Aida. Isabella estaba conmigo ese día.
Shanty (curiosa):
— ¿La tienda esa que parece salida de una película?
Maya (asintiendo):
— Sí. Es pequeña, pero mágica. Está en una calle que casi nadie nota. La vitrina está llena de relojes detenidos, partituras amarillentas y estatuillas de músicos sin rostro. Al entrar, huele a incienso, madera vieja y algo dulce… como si el tiempo se hubiera detenido.
Isabella (sonriendo, recordando):
— La Señora Aida nos recibió con una sonrisa. Tiene unos ojos azules profundos, como si pudieran ver más allá de lo que decimos. Su mirada es noble, amorosa… como si ya supiera por qué estábamos ahí.
Maya:
— Nos llevó al fondo de la tienda, detrás de una cortina de terciopelo rojo. Dijo que solo lo abre cuando “la música llama”. Allí estaba el manuscrito. En una caja de cristal, con símbolos grabados en la tapa. Parecía latir.
Isabella:
— Cuando lo abrimos, sentí algo… como si una melodía me acariciara el corazón. No la escuché, pero la sentí. Como si me conociera.
Maya:
— El manuscrito hablaba de un conservatorio olvidado. Decía que una melodía tocada allí abrió algo que no debía abrirse. Pero también decía que esa música podía sanar… si se tocaba con el alma.
Alex (intrigada, acercándose):
— ¿Y dónde está ese conservatorio?
Maya (sacando un plano doblado con cuidado):
— Aquí. Y no está lejos. Está justo detrás del viejo parque, donde el bosque empieza a tragarse los caminos.
El grupo se queda en silencio. El viento sopla fuerte, como si respondiera. Una hoja vuela y cae sobre el plano. Peter se levanta, con la guitarra colgando de su espalda. Su mirada está encendida.
Peter:
— Entonces vamos. Si hay música ahí, quiero escucharla. Y si hay algo más… también.
Shanty (riendo nerviosa):
— ¿Y si abrimos un portal a otra dimensión? ¿Con solos infinitos y corcheas flotantes?
Alex (chocando su baqueta con la guitarra de Isabella):
— Pues que sea con nosotras al frente.
Narrador (voz en off):
«Así comenzó la sinfonía que cambiaría sus vidas. Porque cuando la música vibra con el alma… todo puede despertar.»